Se emplazó en un lugar inexpugnable para controlar desde allí el territorio del valle y el paso del Ebro. Acomodándose perfectamente a la fuerte pendiente existente, el castillo de Malvecino se levantó en el siglo XIV en una de las inaccesibles cumbres de la sierra, rodeado por un denso encinar.
Abajo, ya en Toba, se divisa una buena panorámica del valle. El nombre de este conjunto rural deriva de un tipo de roca porosa y caliza. Existen varias casonas de buena fábrica que lucen blasones en sus fachadas, algunas de ellas de sillería. Y junto a estas la fuente, el depósito de agua y el lavadero.
Su iglesia resalta por sus diferentes volúmenes y cuenta con restos románicos a los pies. Su espadaña, construida en el siglo XVIII, se eleva sobre el crucero y las capillas laterales. Hoy, gracias a los vecinos del lugar, la iglesia vuelve a coger su pasado aspecto y recupera espacios como el acogedor pórtico.